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Hoy en día transportarse en bicicleta está de moda. Sin embargo, cuando se trata de realizar un viaje  de municipio a municipio, no resulta tan atractiva la idea. No es lo mismo cambiar el bus, el taxi y el carro, para cambiar las actividades del común, que realizar un viaje de varias horas, extensas distancias y diferentes alturas. Esto me llevó a plantearme un reto personal, por lo que tomé la decisión de realizar un viaje en bicicleta desde Bogotá hasta Simijaca. Pensé que nunca haría algo como esto, teniendo en cuenta que, puedo realizar el mismo en carro y, seguro en menos tiempo, pero sin embargo, decidí arriesgarme y probar esta experiencia.

 

En principio, la idea sonaba aterradora y más cuando revisé el mapa de lo que sería la hazaña, este decía que la distancia era superior a 100Km. Pero de igual manera hacer el viaje en bicicleta sonaba interesante, tomándolo como un reto personal, más que como un viaje lleno de austeridades, para el cual debía tener mucha paciencia y fortaleza mental. De no ser así, me rendiría.

 

Previamente al viaje, la noche anterior, fue necesario dejar todo listo, lo cual implicaba tener listas las bicicletas, liquido, herramienta básica como llaves Bristol, Alemana y Española; parches, bomba y neumáticos, por si nos ocurría algún imprevisto durante la aventura.

 

Me levanté a las 5:00 a.m., desayuné y a las 5:30 a.m. salí de casa con las bicicletas en el carro. Nos dirigimos, junto con mi mamá, hasta el peaje de la salida de Bogotá por la autopista norte, punto de encuentro con el resto del grupo, dos primos, dos amigos, mi papá y mi hermano. Afortunadamente  había un grupo y era de confianza. En ese momento, pensé en renunciar al viaje y realizarlo en carro, pero por motivación de mis compañeros de viaje, quienes insistieron en que era una buena experiencia, era un viaje y no había ninguna presión, decidí realizarlo. Estando todos en el peaje, sin pensarlo más, iniciamos la travesía, que realmente nunca pasó por mi mente.

 

Atendiendo el mapa de recorrido, planeado 8 días antes, empezamos el primer tramo: Bogotá-Zipaquirá. Solo eran 26 km. Las ganas seguían en alto, puesto que la distancia no era mucha, y la carretera contaba con carril especial para ciclistas., que a su vez estaba en óptimas condiciones para transitar. Al ser esta la primera parte del recorrido, nos favorecía el cielo matutino, con poco sol, evitando el rápido agotamiento y  la deshidratación. Por esto, hicimos nuestro mayor esfuerzo e intentamos avanzar lo más rápido posible hasta Zipaquirá.

 

Una vez pasábamos por Zipaquirá, en una tienda cercana al pueblo hicimos la primera parada.

Todavía el cansancio no era suficiente, todos teníamos energía para seguir y nadie pidió parar.

Sin embargo, de manera conjunta consideramos necesario realizar una pausa para tomar algo

y mantenernos hidratados, y de igual manera estirar, con el fin de evitar futuros calambres

y dolores. En la tienda había más personas, todas ellas muy cómodas. También viajaban, pero a

diferencia nuestra, lo hacían en carro. Quien nos atendió, se sorprendió al ver que el viaje que

realizábamos era en bicicleta. Nos preguntó, con asombro, por qué hacíamos el viaje en bicicleta,

si era mucha la distancia, en lugar de hacerlo en carro. Ella debió pensar que estábamos

cumpliendo una penitencia, no obstante responderle, que lo hacíamos por reto personal.

 

La parte del recorrido que seguía no era la más agradable. Durante el trayecto Zipaquirá-Ubaté, etapa de 43Kilomentros, el camino no era igual de fácil que el primero. Tan solo 5 Kilometros después de haber empezado la segunda etapa, en el Alto de Tierra negra, subida que parecía interminable, con una pendiente bastante forzada y sin carril para ciclistas, con elevado tránsito de carros y camiones,  realmente tuvimos que esforzarnos. Simijaca aparentaba ser mucho más lejos de lo que decían los mapas. Tuvimos que dividirnos, quienes podían seguir sin necesidad de parar, continuaron, y quienes no, tuvimos que parar. Yo paré dos veces, a tomar líquido y a continuar el viaje caminando. 15 minutos después de que el primero llegó al Alto de Tierra negra, punto de encuentro, llegué yo muy agotado. Un cuarto de hora después llegó el resto de viajeros. Nuestra meta siempre estuvo firme y con el propósito de culminar el viaje iniciado, no nos rendimos y continuamos.

 

Una vez llegamos a Ubaté, consideramos llamar a mi mamá para que nos recogiera y, finalmente terminar el viaje en carro, pero esto, implicaría que no finalizáramos el viaje tal como lo planeamos, lo que nos generaría cierta frustración, en especial a mí, al saber que no cumpliríamos un reto personal. Pensé realmente varias veces la idea, pero también consideré que, como dicen popularmente: uno termina lo que empieza; así llegué a la conclusión de que el error fue haber aceptado la idea de irnos en bicicleta. En Ubaté realizamos otra parada, pero en esta, no solo nos hidratamos, sino que también comimos, puesto que esta sería la última parada antes de que terminara el “sacrificio”. En la tienda del pueblo “Doña Ceci”, tomamos caldo de papa con huevo, considerando que este no es muy pesado, pero llena.

 

La ansiedad por terminar el viaje, casi no nos deja terminar de comer. Ya era hora de finalizar, el

ambiente olía a cansancio e insensatez. Así, continuamos una de las partes más difíciles del

recorrido, puesto que en este trayecto Ubaté-Simijaca el terreno ya no era el mismo. Hasta Ubaté

la vía estaba pavimentada, pero para evitar la congestión vehicular y propiciarnos un ambiente 

de tranquilidad, decidimos desviarnos de la vía principal, y coger un camino que estaba destapado.

Hoy no sé si fue la mejor decisión, pues el esfuerzo por avanzar tuvo que ser mayor.

 

Con la gran mayoría de la distancia entre Bogotá-Simijaca recorrida, mientras se reducían los Kilómetros de llegada al destino final, el viaje, definitivamente, ya no resultaba ser un paseo agradable, si no por el contrario, lo sentía como un verdadero sacrificio. Quizá la señora de la tienda tenía razón: eso solo lo hacen los paganos. En esta última etapa, el suelo no era el mejor para transitar en bicicletas, estaba lleno de piedras, huecos y ramas de árboles sobre la vía. El clima tampoco favorecía, empezó a llover y el “cielo empezó a caer”  sobre el camino. Con esto empezaron los problemas, una maldición cayó sobre la aventura.

 

Cuando estábamos próximos a finalizar el viaje, muy esperanzados por lo mismo, pero mojados, con dolor de piernas y casi sin poder respirar, solo nos quedaba realizar un descenso de 4 Kilómetros. Este nos dejaría en Simijaca. Debido al clima y al estado del suelo, el agarre de la bicicleta y la visión del recorrido se dificultaron. Esto llevó a que uno de los compañeros de travesía, pasara por alto una curva, se callera y se lastimara la cara. Esta situación nos puso en apuros, puesto que no llevábamos los implementos necesarios para auxiliarlo, por ello, decidimos continuar, tras la opinión de todos, incluso del lastimado, ya que era más la felicidad de estar ya cerca del destino

 

Finalmente, aunque muy contento de haber finalizado con la meta que tenía, muy cansados, mojados y lastimados, arrepentido de haber tomado la decisión de aceptar el viaje, considero que es algo que nunca haría de nuevo, puesto que considero que teniendo la posibilidad de realizar el mismo viaje en carro, es poco acertado realizarlo en bicicleta, no solo por el cansancio, sino porque quizá el sacrificio es mucho, y se emplea mucho más tiempo que en carro.

¿De viaje en bicicleta? No, ya lo viví?

Por: Fernando Bolaños

Ni

                                            de

           Fundas

 

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