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Siempre estuve rodeada por el pasado. Desde que tengo memoria, mi mamá me llevaba al almacén de mi tío Álvaro, un lugar muy grande en el centro de la ciudad donde se encontraban los objetos más preciados de las familias más reconocidas de Pasto. Recuerdo el fuerte olor a polvo, humedad y viejo, que salía de cada uno de los elementos que ahí se mostraban. Lo mas incomodo de todo era que estos objetos estaban en todas las casas, en la mía el ceibo de la tía Cecilia, en la de mi abuelita el jarrón de las Andrade, en la de mis amigas el piano de las Miranda, todo el tiempo el tema de conversación obligado era la proveniencia de tal extraordinario objeto.
 
A medida que iba creciendo dejaba de asombrarme por la historia, quería ver algo nuevo, algo contemporáneo que no tuviera relación alguna con el pasado. El hecho de pensar en trabajar en un anticuario me parece demandante y aburrido, las dinámicas de venta son muy lentas debido a la poca rentabilidad del negocio.
 
Aun no se sabe que va a pasar con el negocio de mi tío cuando ya no este en sus manos poder continuarlo, pero estoy segura de que no será una decisión fácil para quien lo asuma. Hoy para esta edición decidí volver a una tienda de antigüedades, no a la de mi tío porque se encuentra muy lejos de Bogotá, pero si a la de un muy buen amigo suyo: Benjamín Angarita.

¿Antigüedades? ¡Ni de fundas!

El pasado es algo a lo que siempre queremos volver, ese algo que no existe pero que se materializa en los objetos, se plasma en las técnicas y en los estilos. Ahí no se venden cosas sino que a través de éstas se vende la nostalgia. No trabajaría en un anticuario, se necesita pasión por la historia, espíritu anticuado y buen ojo para que no le metan “una baratija” como diría Benjamín. El mercado de antigüedades esta en baja, cada vez la gente compra menos y se acumulan en un espacio que en lugar de ser tienda podría ser un museo. Pero no es cuestión de gusto, sino de necesidad, estos recovecos son necesarios para comprender los contextos sociales de los que venimos, son voceros de cultura y representantes de realidades mundiales. Es por esto que volvería, mil veces mas, simplemente para entender, existir y ser, pero no para vender.

Por: Gloria Navarrete

Ni

                                            de

           Fundas

 

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