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Dos miradas a la entrepierna

 

Quizás nunca  ha pensado en hacerse un piercing genital. Lo más seguro es que ni sepa en qué lugares se puede realizar, qué produce, o quiénes lo hacen. Catalina Olivares, una perforista profesional, nos cuenta su experiencia al hacer piercings eróticos, mientras  Ánglica Piedrahita, una de sus clientes, nos relata qué se siente tener un piercing en la entre pierna.  Así comienza esta historia entre la curiosidad y adicción al erotismo.

 

        Foto autorizada por: Catalina Olivares de su local Tourniquet

El relato de Catalina

 

“La primera experiencia que tuve al hacer un piercing erótico o vaginal fue, ‘¡carajo! me están temblando las manos y hay una persona desnuda al frente que no debe darse cuenta de que también estoy asustada igual que ella’ ”.

Cuenta Catalina Olivares, mientras está atendiendo uno de sus locales en el centro comercial Vía Libre con su hija alzada en sus piernas. Ella de una manera relajada comienza a relatar el camino que la condujo a ser una perforista profesional. Viene motivada por su gusto, como dice ella, desde muy joven, pues a los doce años se realizó su primera perforación que fue  “muy de feria”. Desde ese momento en adelante empezó a perforarse y se hizo uno que otro tatuaje por gusto, afición o evocación.

 

Así, ésta socióloga cambió su carrera por el mundo de las perforaciones. Al terminar de hacerme un bosquejo verbal de su vida,  dejé atrás del local el tabú y le pregunté por fin acerca de los piercings vaginales. “Los piercings eróticos son iguales a los otros- dice Catalina-, no tienen nada de raro, sin embargo como son en la parte intima de la mujer se debe tener un poco más de precaución, intuición y tacto al hacerlos, quitarlos y usarlos”. Pero esto no significa que sea más difícil realizarlo, al contario, como la piel de esta zona es más delgada no duele tanto.

 

“El problema es que la mayoría de las mujeres que se lo van a realizar no conocen su parte intima. Inclusive hay algunas que ni saben dónde está su clítoris, entonces a mí me toca describirles la ubicación de cada parte de la vagina y hablarles acerca de los lugares en que el piercing contribuya a aumentar la sensibilidad y estimulación de esta zona”.

 

También Catalina menciona el riesgo que tienen algunas zonas de perder la sensibilidad al ser partes muy delicadas; como en el caso del mismo clítoris. Explica que este piercing no se realiza exactamente en esta área como muchos creen, sino que frecuentemente se hace en el capuchón que lo recubre, o en los labios superiores o inferiores. Igualmente hay que tener en cuenta el tema de la higiene, en tanto que al estar en contacto con posibles contaminaciones sexuales y bacterianas, ella recomienda abstenerse mínimo dos semanas antes de continuar la actividad sexual. Se debe esperar hasta que sane la herida.

 

Antes de salir no pude evitar preguntarle a Catalina si ella se haría este piercing. Me dice “que tiene ganas”, que es lo mismo que en los pezones que al comienzo lo veía muy doloroso pero que al final se los hizo porque le parecían muy bonitos y le  gusta mucho como se ven.

Con el acuerdo de tomarnos una cerveza con Angélica y ella, me despedí con un abrazo.

 

 

El relato de Angélica

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                            Foto autorizada por: Angélica Piedrahita

 

 

“Para mí los piercing íntimos se vuelven una adicción erótica, un juego constante de experimentación y hallazgo, algo parecido a lo que describe Federico Andahazi en ‘El anatomista’: ‘el  descubrimiento de América’ ”.

 

Angélica Piedrahita es una mujer blanca, de pelo rosa y brazos delgados, uno de ellos tatuado. Una mujer que no tiene reparos en llamar las cosas por su nombre, que no le da pena decir que tiene un piercing en el capuchón…  ¡que le encanta! , que no se cambia por nadie y que si le preguntan se lo recomienda a más de una. Para ella le da valor agregado de tipo estético a la relación de pareja, un estimulante visual y tangible tanto para el hombre como para la mujer.

Su vida está protagonizada por las aventuras, por la naturaleza y sus alucinógenos. Tanto es así, que en su brazo derecho plasmó conmemorativamente las plantas que tanto la han acompañado en sus trances e infusiones relajantes como dice ella “Me tatué el brazo a partir de una salida de campo con unos  amigos, quise plasmar mis experiencias de lo que me había sucedido... Por esta razón tú ves que todo mí brazo son plantas alucinógenas, ¡todas! Entonces están las que he probado, las que  experimente, excepto la marihuana, porque esa sí se me haría como muy lobo, ¡la hoja ahí se vería horrible!  Pero si, la mandrágora que es una planta milenaria que se utilizaba mucho en el medio evo, los hechiceros, los magos, para curar, para sanar y también para conseguir estados alterados de conciencia. Entonces le atribuían sus facultades a la raíz, porque ellos veían que la raíz era antropomorfa y era como una mujer y por eso decían que era mágica.  Entonces tú ves, y lo que yo tengo es el cuerpo de una chica rodeado por otras plantas como la ipomea violácea”. Como ella dice, están porque tienen una razón de ser, no son de catálogo. Expresan sus ideales  y recuerdos más profundos, es su adicción y fetiche.

 

Lo mismo pasa con sus piercings, Angélica piensa que ella no se imagina sin sus perforaciones en los pezones. Incluso cuenta como anécdota que un día la operaron y que le tuvieron que quitar las argollas de los pezones y que cuando ella se despertó se sentía desnuda y desprotegida. No se sentía la misma y que fue corriendo a ponérselos de nuevo.

Asi mismo relata el día en el que se mandó perforar su parte íntima. “Era una tarde soleada estaba con mi mejor amiga en el centro tomándome unas cervezas. De repente le dije a mi amiga que si me acompañaba a perforarme. Ella me contestó- ¿qué te vas perforar?, Yo le respondí y mi amiga sorprendida exclamó: -¡Cóoomo?!

Entonces  me tome  las cervezas en dos sorbos, para pasar los nervios y luego nos fuimos a al local  de ‘Cata’ (Catalina, la perforista). Cata cerró el local. La perforación duró y dolió menos de lo que pensaba, fue como un leve pellizco.  Inclusive me dolió más en los pezones y  mi amiga quedó fascinada y también entusiasmada en realizarse el suyo.” A  la semana, Angélica ya estaba casi sana y a la otra ya lo usaba  con su “chico de turno”. “Fue maravilloso”.

Por: Natalia Dávila

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           Fundas

 

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